domingo, 1 de junio de 2014

La alianza entre el mar y la tierra ha forjado en Noruega fiordos verticales en cuyas orillas se asientan pueblos de leyenda. Dicen que el Lysefjorden, «el fiordo de la luz», es uno de los más bellos. Sobre él se eleva la descomunal roca Preikestoles, conocida como el Púlpito, un balcón al abismo de sus 604 metros de altura que da la sensación de levitar sobre las aguas. La ciudad de Stavanger, con su barrio histórico de madera y un puerto lleno de tabernas, es una buena base para visitarlo. Desde allí zarpan los barcos que navegan hasta la roca; otra opción es seguir la carretera que serpentea por la costa y enlaza pueblos, cascadas y granjas medievales. De la base de la roca arranca una caminata de unas dos horas que sube hasta lo más alto del vertiginoso mirador.


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