martes, 17 de septiembre de 2013
Un estudio continuado demuestra que el olor corporal de las aves autóctonas de Nueva Zelanda es tan acre que delata la presencia de los pájaros a los depredadores. Su olor puede abocar a algunas especies a la extinción a menos que los conservacionistas adopten algunas medidas poco ortodoxas, como echar desodorante en los nidos de las aves, según el biólogo Jim Briskie de la Universidad de Canterbury en Christchurch (Nueva Zelanda). El aroma de muchos pájaros procede de una glándula que produce ceras esenciales para mantener la salud de las plumas. En Europa y América, el cuerpo de los pájaros altera esta cera de mantenimiento durante la temporada de cría cambiando su composición para reducir los olores y que los nidos de las aves resulten menos detectables.
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