Los restos de un roble prehistórico asoman entre el barro del estuario del Severn durante la marea baja, cerca del pueblo galés de Goldcliff. Conforme el mar avanzaba los bosques mesolíticos del norte de Europa morían gradualmente por la intrusión de agua salada. Los seres humanos se debieron de trasladar a zonas más elevadas, hasta que el mar también las engulló.
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