sábado, 22 de febrero de 2014

Inglaterra Cambridge en invierno.La ciudad inglesa propone paseos por sus históricos colleges y pubs.


Museo Fitzwilliam.


Iglesia de Great St Mary’s.


Pub The Salisbury Arms.


El Puente de los Suspiros, junto a St. John’s College.


Park Parade.


Capilla de King’s College Este espléndido ejemplo de gótico «perpendicular» empezó a construirse en 1446 en tiempos de Enrique VI (1421-1471). Su nave central está iluminada por esbeltas vidrieras que se pusieron de moda en la época en la que los Tudor gobernaban Inglaterra (1485 a 1603).


King’s College La hermosa capilla gótica de este colegio mayor está considerada una de las joyas arquitectónicas de la ciudad universitaria y de Inglaterra.


Sur de Francia Ruta entre abadías y castillos cátaros.


La abadía de Fonfroide.


Lagrasse El pueblo se asoma al río Orbieu, cruzado por dos puentes medievales. Junto a sus orillas se erige la abadía de Sainte Marie d’Orbieu (s. XIII).


Bosques del Languedoc El Parque Natural Regional del Haut Languedoc es un extenso espacio protegido de 306.000 Ha que sobrepasa los límites del departamento del Aude. La reserva está dotada de gran variedad paisajística y un rico patrimonio que incluye castillos, abadías y villas amuralladas. En Carcasona hay una de las oficinas del parque, en la que informan de los múltiples recorridos que existen.


«Le village du libre» Montolieu, una deliciosa población a 12 km de Carcasona, ostenta el apodo de Village du libre gracias a su Museo de los Oficios del Libro, y a tener quince librerías de viejo y varios talleres de caligrafía y grabado.


Abadía de Villelongue En Saint-Martin-le-Vieil se pueden visitar los vestigios de este recinto que empezó a construirse en 1180. Es Monumento Histórico de Francia desde 1916.


El Aude es tierra de ocas y patos con los que se elabora el sabroso foie gras y el confit de canard. El plato estrella, sin embargo, es el cassoulet, un consistente guiso a base de alubias, carne, embutido y verdura, que se aliña con grasa de pato. Su origen se lo disputan Toulouse, Carcasona y Castelnaudary, si bien es en esta última donde se celebra cada año la Fête du Cassoulet.


Saissac Este pueblo y los vestigios de su castillo cátaro se asoman al horizonte desde una colina boscosa de la región natural de la Montaña Negra.


Calle medieval de la ciudadela de Carcasona.


La Cité amurallada de Carcasona.


Abadía de Saint-Papoul El ábside románico de su iglesia y los capiteles del claustro son los elementos más destacados de este recinto del siglo VIII.


Al abrigo de los singulares Dolomitas.Los Alpes italianos muestran su faceta más fantasiosa en las moles rocosas de los Dolomitas. Bolzano es el principal acceso para visitar este macizo, célebre por la tonalidad rosada que adquiere con la luz del ocaso y por las numerosas actividades en contacto con la naturaleza que ofrece. Bolzano tiene su núcleo histórico en la plaza Walther, rodeada por palacios barrocos y calles gremiales con soportales. Desde Bolzano surgen carreteras panorámicas que recorren la región. La A22 asciende por el Valle del Isarco, que cuenta con aldeas de arquitectura tradicional –en la imagen, la iglesia de Sant’Andrea en Eisacktal– y centros de esquí. Esta carretera concluye en Bressanone, otra localidad de callejones medievales que se apiñan alrededor de su catedral


Chenonceau, la joya del Loira.El Valle del Loira es una de las regiones más seductoras de Francia. Empezó a poblarse de castillos durante la Guerra de los Cien Años (1337-1453), cuando el rey trasladó la corte al campo, aunque vivió su esplendor un siglo después como destino de recreo. La ruta de los castillos reúne entre Blois y Tours los más refinados, con Chenonceau como el más destacado. Su apodo es «el castillo de las Damas» pues en su construcción intervinieron hasta seis mujeres que lo habitaron a lo largo de cinco siglos: nobles, reinas y favoritas como Diana de Poitiers, quien añadió las partes más imaginativas: los jardines y el puente con galería sobre el Cher. La visita muestra cocinas, gabinetes y dormitorios que descubren el gusto personal de sus moradores.


martes, 11 de febrero de 2014

Bahía de Kimbe Regreso al paraíso.Hace 17 años el fotógrafo David Doubilet se enamoró de un arrecife del Pacífico. Hoy regresa para comprobar si aquel lugar tan mágico, y tan frágil, ha resistido.

De vientre aguzado y casi planos, estos peces navaja nadan en perfecta formación hacia un látigo de mar rojo, entre cuyos brazos buscarán cobijo. En palabras de Doubilet: «Es gratificante constatar que la bahía de Kimbe continúa siendo un hervidero de maravillas».


El caballito de mar pigmeo de Denise mide menos de dos centímetros. En la imagen, integrado en su abanico de mar huésped.


Enre los residentes más pequeños del arrecife se encuentra esta especie de cangrejo ermitaño, que vive en las galerías excavadas en el coral por los gusanos tubícolas y se alimenta del plancton que atrapa con sus antenas.


Esta especie de pez unicornio puede que carezca de cuerno, pero las dos placas óseas de la cola pueden cortar a los depredadores.


Un banco de barracudas de 20 metros de alto pasa ante los ojos de la esposa y colaboradora del fotógrafo Doubilet, la bióloga marina Jennifer Hayes. Muchos de los pináculos coralinos de Kimbe son el hogar de un cardumen de barracudas, una señal de la buena salud del arrecife


Este delicado jardín de coral se salva de las tempestades gracias al abrigo que le proporciona una península cercana. Los arrecifes de Kimbe contribuyen al sustento de los pescadores del lugar, algunos de los cuales todavía utilizan las tradicionales canoas de batanga.


Una anémona y su huésped se cuidan mutuamente. Los tentáculos urticantes de la anemona ahuyentan a los depredadores, y el pez payaso se alimenta de los parásitos y expulsa a los peces que se alimentan de anémonas.


Desde la seguridad de una anémona, un pez payaso contempla la vasta bahía que se extiende más allá de su hogar. Estos peces poseen una capa protectora de moco que les permite medrar allí donde otras especies no osan acercarse: los tentáculos de las anémonas segregan un veneno paralizante.


Entre los pliegues de su anémona huésped, un pez payaso rosa abanica con las aletas la puesta de huevos de su pareja y así mantiene el nido sin sedimentos. Los peces payaso son hermafroditas. Algunos desarrollan órganos sexuales funcionales para reproducirse.


Los flancos de los volcanes, cubiertos de bosque lluvioso, descienden hasta el mar. En la imagen, las diminutas islas de Tuare y Kapepa. Según Nature Conservancy, la amplia variedad de hábitats marinos de Kimbe -arrecifes de coral, praderas submarinas, aguas oceánicas profundas y montañas sumergidas- convierte la bahía en una prioridad de la conservación mundial.


Los lirios de mar, unos animales que parecen plantas, atrapan el plancton de las aguas de Kimbe. Con 900 especies de peces de arrecife, la bahía es literalmente un maremágnum vibrante de vida, un banquete constante para los depredadores, como estas barracudas.


Con las aletas desplegadas como si fuesen alas, una tortuga carey pasa veloz frente a unos peces murciélago y unas barracudas. Los picos submarinos atraen a muchas especies de mar abierto y convierten la bahía de Kimbe en un paraíso de biodiversidad.


Bahía de Kimbe Un pez damisela dominó nada cerca de un trío de peces payaso rosas en la bahía de Kimbe, en Papúa y Nueva Guinea.


miércoles, 5 de febrero de 2014

El milagro sobre el abismo. En esta recopilación de la mágica Colombia no podía faltar el espectacular santuario de Nuestra señora de Las Lajas, templo y basílica de culto cristiano situado en el cañón del río Guátara, a solo siete kilómetros de Ipiales en departamento de Nariño. Una maravilla arquitectónica neo gótica de piedra gris y blanca que impacta no únicamente por su belleza intrínseca, sino por su ubicación topográfica realmente particular; hundida en el mismo cañón de tal modo que visto desde lejos parece estar suspendido en el aire.Desciende hacia el santuario (considerado una de las siete maravillas de Colombia) por sus cientos de empinadas escaleras mientras lees los diferentes agradecimientos de los fieles por sus milagros y siéntete un antiguo peregrino del siglo XVIII. Conviértete en uno de los miles de fieles que cada septiembre se desplazan a ella desde la ciudad de San Juan de Pasto (doce horas aproximadamente), o viaja cuando más te apetezca desde Ipiales sencillamente para disfrutar de su majestuosidad.Una vez dentro tendrás la oportunidad de contemplar el precioso ábside dividido en tres naves bañadas por la luz que entra a través de la vidrieras. Es un momento increíble. También podrás preguntarte in situ cómo pudieron erigirlo en el mismísimo cuerpo de la montaña y, por supuesto, no te faltarán unos momentos con la imagen de la Virgen, bien sea para pedirle un milagro, bien para admirar su belleza.